viernes, 13 de junio de 2008

Un corazón para Dios

Los puros de corazón

Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios… Puesto
que tenemos tales promesas, purifiquémonos de toda mancha de la
carne y del espíritu, consumando la santificación en el temor de Dios.
S. Mateo 5.8, y 2 Corintios 7.1



Søren Kierkegsaard dice que la pureza de corazón significa desear
una sola cosa. Aquella sola cosa es Dios y su voluntad. Separados
de Dios, nuestros corazones se quedan desesperadamente divididos.
¿Qué es la impureza, entonces? La impureza es la separación de Dios.
En el aspecto sexual significa el mal uso del sexo, que ocurre cuando el
sexo se utiliza de cualquier manera que sea prohibida por Dios.
La impureza nunca nos contamina desde afuera. Tampoco se puede
limpiar por fuera cuando uno quiera. Originándose en nuestra imaginación,
brota desde nuestro interior como una herida infectada
(cf. Mateo 15.16-20).

Un espíritu impuro nunca se siente satisfecho ni
completo: siempre desea robar algo para sí mismo, y después codicia
aun más. La impureza mancha el alma, corrompe la conciencia, destruye
la coherencia de la vida y por fin lleva a la muerte espiritual.

(referencia del libro: Un llamado a la pureza, de Johann Christoph Arnold.)

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